Los castells son construcciones humanas de seis a diez pisos de altura que nacieron a finales del siglo XVIII, en la zona del campo de Tarragona, y que posteriormente se expandieron por todo el país.
Cada castell es el resultado de valores tan universales como el trabajo en equipo, la solidaridad, la autosuperación, el sentimiento de pertenencia o la integración de personas de todas las edades, orígenes, razas y condiciones sociales.
Una tradición genuinamente catalana que la UNESCO declaró el año 2010 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Durante los más de dos siglos de tradición, los castells han evolucionado notablemente y han vivido situaciones extremas: de estar a punto de desaparecer, hace unos cien años, a vivir su mejor momento en la actualidad.
Los castells no son el resultado de improvisaciones aleatorios en las plazas, sino fruto de un estudio detallado de las estructuras, sus componentes y las funciones y ubicaciones de cada uno de ellos, en primer lugar; y de un ensayo constante durante meses, en segundo.
El nombre de los castells está determinado por dos parámetros: el número de personas en cada piso (sin tener en cuenta el pom de dalt) y el número de pisos. El mínimo de pisos que tiene que tener una estructura para ser considerada un castells son seis, con la única excepción de los pilars, que lo son a partir de cuatro pisos.
Estructuras simples
Son las más fáciles de contar e identificar. Se componen de uno, dos, tres o cuatro castellers por piso. Pero cuidado, que cuando nos referimos a estructuras simples no queremos decir que sean fáciles de hacer.
Estructuras complejas
Con más de cuatro castellers por piso, las estructuras complejas no son nada más que una combinación de estructuras simples. Algunas de ellas son verdaderas obras de ingeniería.
Estructuras singulares
Se trata de castells que aunque tienen una estructura simple se singularizan bien por la forma de levantarse o bien porque prescinden de alguna base de apoyo habitual.
Ilustraciones de Xavier Ruiz cedidas por Lynx Ediciones
Los castells no se entienden sin la música de las grallas (instrumento de viento tradicional catalán) y los tambores. El “toc de castell” es la pieza más conocida: la que se interpreta durante la elevación del las torres y marca los tiempos, de manera que sirve de guía para los integran la construcción. Pero si estamos en una diada castellera, antes de escuchar el “toc de Castell” habremos escuchado el “toque de entrada” en la plaza. Muchos otros momentos castellers tienen también su música correspondiente, como el “toc del pilar caminant” (que acompaña un pilar que se desplaza) o el “toc de vermut” (que se interpreta al final de la actuación).
Los instrumentos que acompañan tradicionalmente los castells són la gralla i el tambor.
La gralla seca es un tubo de fusta troncocónico que, con pequeñas variaciones, tiene una medida de unos 35 cm de largo con nueve agujeros: seis en la parte superior, uno en la parte inferior, y dos más en la campana o boca del instrumento. Estos sirven para mejorar la afinación y la sonoridad. Las maderas pueden ser varias: azufaito, ébano, boj, olivo, etc.
Hay tres tipos de grallas como son la gralla dulce (también conocida como de llave o de dos llave), un modelo más avanzado de la gralla seca que incorpora unas llave en la parte baja que le permiten llegar hasta el mi3. La gralla baja es una cuarta más grave que la dulce e incorpora llave que le permiten llegar hasta el la2.
En la parte superior de la gralla se añade el tudel, también de forma cónica, que puede ser de diferentes medidas. En el rudel es donde de pone la caña. Ésta se fabrica artesanamente, formada por dos palas superpuestas ligadas con un hilo. Cuando el aire pasa por medio de las dos, vibran y producen el sonido.
La transcripción musical mayoritaria de la gralla és “de sol a sol, como los campesinos”, mientras que en el municipio de Sitges se conoce como “re” la nota que suena tapando todos los agujeros. En el mundo de la gralla encontramos dos sistemas de afinación: a Hz, más habitual en la zona tradicional (campo de Tarragona), y Hz, más habitual en la zona no tradicional.
En cuanto a los tambores, Xavier Bayer González indica en el programa de fiesta mayor de Vilafranca del Penedès de 1990: “los tambores más antiguos eran de madera, en general de menos de dos palmos de alto y uno y medio de diámetro. Con una piel encime y debajo que se tensaba mediante unas cuerdas; también hay uno o dos bordes de tripa en la piel de abajo que permiten el redoble.
Hoy día los más habituales son los de latón, tapados por los dos lados con piel natural o plástica tensada con tensores de metal y un borde regulable en el lado opuesto. El tambor se toca con dos baquetas de madera.
Hay diferentes teorías sobre el origen de la gralla tradicional. En todo caso se afirma que arraigó especialmente entre los siglos XVIII y XIX en el campo de Tarragona, Penedès, Tarragonès y Garraf.
La gralla tradicional es corta o seca. En el último tercio del siglo XIX aparecieron la gralla larga de llaves o dulce, para poder hacer harmonías a diferentes voces y tener una mejor tesitura. En su momento la introducción de la gralla dulce fue objeto de crítica por un grupo numeroso de nostálgicos de la gralla seca, pero tampoco faltaron los partidarios y defensores de la larga, disparidad de criterio que se mantiene aún hoy en día.
La época más esplendorosa de la gralla la encontramos entre 1875 y 1915, cuando se introdujo la gralla baja. También en esta época se modifican los tambores de madera por unos de más ligeros, de latón.
A partir de 1915 empieza la decadencia de la gralla con el monopolio que representaba la enseñanza familiar. La aparición de otros instrumentos y gustos musicales hicieron que se redujera el número de músicos que tocaban la gralla.
Pere Català Roca, en 1952, hizo un balance en “Destino” de los grallers que quedaban, según el que serían sólo 14 grallers y 7 tambores.
En el otoño de 1952 Sitges organizó una escuela donde se impartiera de forma abierta la enseñanza de la gralla. En 1969 se puso en marcha la escuela de gralla de Tarragona. Y en 1976 aparece una nueva colla de grallers en Vilafranca del Penedès.
También en 1976 la colla castellera de Atafulla convoca el primer encuentro de grallers: “…ya su celebración representa un paso adelante en la estructuración y formulación de un programa de actuación de los que, como grallers, forman parte hoy del mundo de los castells y son miembros de pleno derecho” (traducción libre - Món Casteller, op cit Jordi Garcia Soler, Avui del 4/12/1976).
Más tarde, en 1981 en Reus, se dio inicio a la “Trobada de Música Tradicional” y en 1986 se organizó otra en Guardiola de Font-Rubí.
El 14 de diciembre de 1979 se presenta el grupo Escuela de Grallers de la Colla Joves Xiquets de Valls.
A partir de los años 80 se crearon métodos pedagógicos y se realizaron congresos, exposiciones, muestras de música de cultura popular y tradicional, etc. Ya en los años 90 las clases de música tradicional se amplían a diferentes puntos del territorio.
Desde el 2006 la gralla se puede estudiar también en la Escola Superior de Música de Catalunya, como título superior de música, equivalente a una licenciatura, junto con otros instrumentos de música tradicional.
Tal y como indica Joan Cuscó “el toc de castells consta de dos partes enmarcadas por tres motivos: inicio, aleta y salida, el conjunto y cada una de les cuales describen o narran el itinerario del castell”. En este caso el sonido es la guía para que los que aguantan el castell sepan cómo se está desarrollando su construcción:
Como indica Xavier Bayer, en los castells de siete pisos “cuando comienzan a subir los del tercer piso es cuando da inicio a la ejecución musical del toc de castells. En el momento en que el cap de colla grita terços amunt! el sonido potente de la gralla y el tambor invaden el espacio acústico y avisan que el castell ya ha empezado”.
En los castells de ocho pisos la música iniciará cuando empieza a subir el cuarto piso y así, sucesivamente en función de la altura de la construcción.
El calendario casteller varía cada año y a menudo sufre cambios con pocas semanas de antelación, de modo que la mejor forma de saber cuándo y dónde se pueden ver castells es consultar con unos días de antelación las actuaciones que tendrán lugar en una fecha concreta, teniendo en cuenta que la actividad castellera no es permanente, sino que se rige por una temporada no oficial.
Tradicionalmente, la temporada empezaba por Sant Joan (24 de junio) y acababa con la diada de Santa Úrsula (domingo posterior al 21 de octubre), pero este calendario se ha ampliado y en la actualidad se pueden ver castells durante prácticamente todo el año, si bien el momento con menos actividad son los meses de diciembre y enero.
Además, el número de actuaciones también ha crecido: cada año se levantan más de 10.000 castells. En verano, por ejemplo, se celebran decenas de actuaciones cada fin de semana. Hay que tener en cuenta que los castells, como actividad amateur, suelen tener lugar en fin de semana o en días festivos. La importancia de las actuaciones es variable, aunque hay algunas que, por tradición, suelen ser las más seguidas año tras año.
De la misma manera que el calendario se ha ampliado en el tiempo, también lo ha hecho sobre el mapa: se pueden encontrar torres humanas prácticamente cada fin de semana en la mayor parte del territorio.
Aunque el calendario es variable y es difícil saber dónde se podrán ver las mejores actuaciones, existen varias diades (‘jornadas, festividades’) con las cuales, por tradición y resultados históricos, se podría configurar un listado de citas imprescindibles
Además de las actuaciones donde se ven los castells más grandes, hay algunas que son excepcionales por otras razones: porque los castells se hacen de noche, porque se hacen en sitios singulares o porque tienen alguna particularidad que las hace especiales. Estas son sólo algunos ejemplos:
Una actuación castellera típica consta de tres castells y un pilar de despedida por parte de cada colla participante: en cada diada pueden actuar una, dos, tres, cuatro o incluso más colles, aunque las más habituales son de tres. Las agrupaciones van levantando sus castells por rondas, siguiendo un orden de actuación que se pacta o sortea antes de empezar. Habitualmente, en caso de no conseguir el castell que se intenta, la colla tiene derecho a repetirlo.
Por mucho que busquemos, no encontraremos en ningún sitio un “reglamento de los castells” que recoja por escrito las normas que rigen las torres humanas. Pero esto no significa que estas reglas no existan: los castells se alzan siguiendo unas convenciones no escritas que todo el mundo conoce y acepta.
La única actuación que sí cuenta con unas normas explícitas es el Concurso de Tarragona, que fundamentalmente intenta recoger por escrito las reglas tradicionales, aunque con algunas diferencias.
Aunque desde fuera lo pueda parecer porque coinciden en una misma plaza diferentes “equipos”, los castells no son una mera competición y no hay ganadores ni perdedores. Las colles hacen los castells sobretodo para superarse a ellas mismas y alcanzar sus metas. Por eso es habitual que, después de una diada, varias colles salgan de plaza contentas: todas se sienten ganadoras porque han alcanzado sus objetivos.
Aún así, es evidente que hay castells más difíciles que otros. Los castellers lo saben y a menudo, aparte de autosuperarse, tienen también el aliciente de hacer mejor actuación que los demás. Esto es especialmente claro en diades en que coinciden colles de nivel similar o con rivalidad entre ellas.
En este caso también se usan criterios y convenciones no escritos. La alegría de los castellers y la intensidad de las ovaciones pueden ser una buena guía, aunque los que busquen precisión se pueden orientar con la tabla de puntuaciones del Concurs de Tarragona.
ConcursoSácate el reloj, las gafas, los pendientes y los anillos. En caso de caída podrían ser peligrosos.
¡No levantes la cabeza! Si piensas que no podrás aguantar la curiosidad, ¡mejor que lo veas desde fuera! Estar en la pinya requiere la máxima concentración.
Guíate por las gralles, los gritos del cap de colla y el sonido del ambiente para intuir cómo va el castell.
No aprietes con la barriga, sino con el pecho, y sólo cuando desde delante te lo pidan. Cuando oigas “dóna’m pit!” sabrás que es el momento de hacerlo.
Déjate aconsejar. Todo el mundo ha tenido una primera vez y los más veteranos de la colla estarán encantados (a veces demasiado!) de explicarte qué tienes que hacer y cómo te tienes que poner.
En caso de caída, no te agaches y no dejes de empujar adelante.
Disfruta de la experiencia. ¡Seguro que repetirás!
Desde noviembre de 2010, los castells son reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Está claro que su valor estético y el desafío de la gravedad influyeron en ello, pero el principal motivo del reconocimiento son los valores que los castells llevan implícitos.
Los castells son una actividad que se mantiene fiel, en gran parte, al espíritu y la práctica que presentaban hace 200 años: el hecho de ser una parte fundamental de la fiesta mayor, la compañía de la música o la misma tipología de los castells son algunos de los elementos que se han transmitido de generación en generación. Este pósito de tradición no significa que los castells no hayan estado capaces de adaptarse a los nuevos tiempos. El hecho de haber tenido la capacidad de hacerlo explica su pervivencia y vitalidad sin precedentes que han demostrado los últimos años.
Estos cambios han sido tanto técnicos como sociales, como por ejemplo la incorporación de la mujer que se dio a partir de los años 80. Además, los castells han sido objeto de numerosos estudios científicos para mejorar la seguridad de sus participantes. Fruto de estas investigaciones, por ejemplo, se diseñó un casco protector para uso de los más pequeños. Finalmente, los castells están presentes de forma notable en los medios de comunicación y especialmente en la televisión pública nacional catalana (Televisió de Catalunya), que ha apostado hasta el punto de convertirlos en un aparador de sus innovaciones tecnológicas como el 3D (documental “Enxaneta”, producción de TVC bajo la dirección de Paulí Subirà, 2011).